Fue en enero
cuando el verano vestía sonrisas
de nácar sobre mi piel
y aquella voz de murmullo
agigantaba sueños
en la penumbra de la tarde.
Misterioso juego del Destino
desvía tu senda
y en el reloj de un nuevo alba
marchita golondrinas
de acero y letanía,
ahogando estrellas en el muro de tus silencios.
Hoy, mustia la rosa,
llora hilvanes de ausencia
en la eternidad de los sueños,
germinando mariposas
en la meridional entraña
de esta lluvia huérfana de soles.